Cómo empezar esta crónica? El viernes salgo para Madrid y desde aquí para Cabezón de la Sal. Eran algo más de las 9 de la noche. Recoger el dorsal y cenar para ir a la cama tempranito. El día había sido largo y cansado. Tras un primer sueño me paso toda la noche en velas. No sé si eran los nervios o la propia inseguridad de poder terminar el reto.
A las 6:30 esta ya levantado. En el hotel nos habían prometido un desayuno copioso, todos los alojados participábamos en la prueba, pero la mujer se quedó dormida y lo de copioso se convirtió en tardío. Mi mujer me acerca a Cabezón, estábamos a solo 4 kms pero no quería que cogiera la carretera o tal vez no quería que me cansara antes de empezar. Me despido y me dirijo al cajón. Dada la hora que era me tengo que conformar con colocarme a la cola del pelotón. Noto como sale el agua a chorro de la boquilla del camel. Se me ha roto la boquilla. Hago un apaño y por lo menos podré tener agua, por que para colmo el bidón con las sales me lo he dejado en el hotel.
En los escasos 5 minutos que tengo que esperar antes de dar la salida (yo aún tardaré en moverme algunos minutos) decido que mi único objetivo sería terminar y pongo el pulsómetro en modo hora. Así solo controlaré la hora del corte a las 21 horas en Juzmeana y la hora de llegada antes de las 12 de la noche. Desde Ronda no había vuelto a montar en bici y con lo entrenos que llevo este año no estaba para muchas alegrías.
Empiezo a moverme pero aún tardaré muchos minutos antes de pasar por el arco de salida. El ambiente como siempre extraordinario. Me recuerda el ambiente de Ronda pero con otro acento. Paso debajo del arco y pienso tengo que volver a pasarlo en el sentido contrario. El año pasado no pude terminarlo por culpa de los pinchazos, este año llevaba dos cámaras, aceite, herramientas de todo tipo, dos bombonas de aire y las luces. Iba cargado como una mula pero con todo lo necesario para ser autosuficiente y no tener excusa para retirarme.
Llegan las primeras subidas y creo recodar que haber visto un cartel que ponía Cocina y empiezan las subidas. No me voy encontrando mal pero no quiero en absoluto forzar la máquina. Subo bien al Soplao, pero se me atraganta el Monte AA. Subir esa pared de cemento se me hace imposible y tengo que patear. En cambio la interminable subida a El Moral se me hace más llevadera. Paro en la primera fuente para rellenar el camel. Iba seco. Por fin se ven las banderas de la cumbre. Tomo algo en el avituallamiento y tiro para abajo. Ahora toca un poco de asfalto y coger el camino para otra subidita hasta la Cruz de Fuentes. En el avituallamiento anterior no llené el camel y lo pasé mal. Tuve que pedirle agua a otros corredores por que sino no iba a llegar. Para colmo cuando llego al siguiente avituallamiento en el Puerto de Palombera me dicen que no había agua. Menos mal
que llegó un coche con botellas. Puede llenar el camel y seguir. A partir de ahora todo lo que hiciera superaría lo del año pasado. No iba mal, aunque en la bajada no quise arriesgar. El cansancio te hace perder destreza y no era cuestión de caerme. De hecho tuve un aviso que pude controlar. Cada vez estaba más convencido de que la meta estaba cada vez más cerca. Llego al avituallamiento de Juzmeana y por primera vez pienso que lo voy a conseguir. Son las 20:20, tengo tiempo suficiente para llegar a Cabezón.
que llegó un coche con botellas. Puede llenar el camel y seguir. A partir de ahora todo lo que hiciera superaría lo del año pasado. No iba mal, aunque en la bajada no quise arriesgar. El cansancio te hace perder destreza y no era cuestión de caerme. De hecho tuve un aviso que pude controlar. Cada vez estaba más convencido de que la meta estaba cada vez más cerca. Llego al avituallamiento de Juzmeana y por primera vez pienso que lo voy a conseguir. Son las 20:20, tengo tiempo suficiente para llegar a Cabezón.
Subo el Moral por segunda vez y lo recordaba con más rompepiernas, y no tan cuesta arriba como se me hizo. Los gemelos me ardían, esta subida se me hizo más dura que la primera subida al Moral. A medida que iba subiendo se iba cubriendo todo con una espesa niebla. Tarde más de una hora en coronar ese puerto. Me sorprendió oir el sonido de un cencerro. Era el mismo que había oído en la subida. Mención especial se merece el hombre del cencerro en El Moral. Allí solo entre nieblas seguía animando a todos y cada uno de los que pasábamos. Para quitarse el sombrero.
Me costó subir por segunda vez este puerto y es donde realmente me sentí cansado. Antes de iniciar el descenso puse las luces. No se veía absolutamente nada y algunos bajaban a oscuras. Me uní a un grupo donde los que llevábamos luces ayudábamos a los que no las tenían. Iba tiritando de frio pero cuando se acaba la bajada y veo el cartel de 4 km para Cabezón se me quitó todo. Meto el plato grande y el piñón del 11. Formamos un tren, 4 ó 5 ciclistas, y no bajamos de 35 km/h. Yo mismo estoy sorprendido. El sonido de las ruedas rodando sobre el asfalto me pone la piel de gallina. Entramos en Cabezón, me dejo caer del grupo para llamar a mi mujer. Eufórico le pregunto dónde está. En la esquina de la iglesia. En ese momento la veo. Pego un frenazo en seco que me hace cruzar la bici. Le doy un beso y un abrazo. La gente nos anima y gritar. Hacen hasta la ola. Me vuelvo a montar y entro en meta. Prueba superaba.
Gracias a Cabezón de la Sal por organizar una prueba en la que independientemente de la hora en la que llegues, del puesto que ocupes en la clasificación tendrás siempre la sensación de ser el primero.
El tiempo no me importa, aunque han sido 15 horas, pero la satisfacción y el orgullo me durará toda la vida.