Convencí a tres miembros del recién estrenado club para hacer la Trek 12 de Gilena. Si ellos no venían me había planteado hacerla en solitario. Al final esta prueba serviría para hacer la presentación oficial de club en competición. Habíamos quedado a las 8 de la mañana y cuando salgo a la calle una bofetada de aire gélido me termina de despertar. No hacia frio, era lo siguiente. Menos mal que no tardan en llegar. Meto mi bici en la furgoneta de Mario y me voy en el coche de Pablo. Aunque podíamos ir en un solo coche decidimos llevar dos.
Durante el viaje el termómetro del coche no subía de 0 grados. Se veían hasta -5. Hacía frio. Ya amaneciendo, con el reflejo del sol le dio al limpia y al agua y se congeló en el cristal. No veíamos nada. Llegamos por fin a Gilena, o mejor dicho a la Antártida.
Buscamos sitio para instalar el campamento. El primero en salir sería Pablo, yo, Jon y Mario. Pablo sale la primera vuelta a tope para mantenerse en el grupo, ese esfuerzo lo paga en la segunda vuelta. Mientras estoy esperando su llegaba para dar el relevo me quedo helado. Cuando empiezo a dar los primeros pedales, me cuesta. Las rodillas las siento como entumecida. El recorrido empieza por una pista con una leve subida. Intento apretar para entrar en calor y en una bocanada de aire noto como entra en los pulmones. Me dolió. Había un tramo al que bauticé como el paisaje lunar. Allí el aire arreciaba por todos lados. Después llegaba una subida técnica donde las piedras pasaban muy cerca del cambio y de los pedales. De hecho golpeé las bielas y dejé las marcas.
La primera vuelta la hice en casi una hora. En toda la vuelta logré entrar en calor. Las rodillas me dolían por el frio. Ahora tocaba descansar en la furgo. El siguiente en salir fue Jon y dio dos muy buenas vueltas. Y Mario otras dos aún mejor.
Al hacerla en equipo te da tiempo a descansar, dar una vuelta por el ambiente pero en esta ocasión lo mejor era quedarse resguardado. El frio marcó la prueba.
Cuando salí ya de noche, iba tiritando. Con el aire la sensación térmica era gélida. La luz de la bici iba perfecta, pero la del frontal no lo fue tanto. Se me movió y no pude volver a ponerlo. Me comí una piedra y salté por encima de la bici. Eso marcó la vuelta y me hizo perder tiempo. Cuando giraba la rueda, también giraba la luz y no veía nada. No sabía si me iba a dar otra por mi turno. No me apetecía nada. Me libré de darla.
Al final echamos un buen día de bici que no hizo plantear ir a la 24Doce. Lo único malo, malísimo fue el viento y el frio.
Hoy, según me había programado el entrenador, tenía que hacer fondo. Y hice fondo.