He llegado de las vacaciones el domingo pasado. En estos quince días no he tocado nada parecido a una bici. Cierto es que en algunas ocasiones si que he lamentado no traerla. Estuve una semana en Asturias, cerca de Llanes, y veía los caminos, las cuestas y me comía las uñas. Pero bueno si me comí los mocos en Asturias, también me los comí en el País Vasco donde estuve la otra semana. La subida al monte Igeldo me encantó y eso que la hice en coche, en bici hubiera sido la leche.
Llego a Sevilla y su recibimiento fue un abrazo caluroso, muy caluroso. Acostumbrado a máximas de 25º en el norte, llegar aquí y sufrir los 40º fue duro pero incluso con este fuego tenía decidido salir a rodar. Ja, ja me río. Salgo de casa y a lo 5 km pinchazo. Reparo y vuelta para casa. La salida tendrá que esperar al martes. Hacía un calor insoportable. No exagero pero el aire que entraba en los pulmones era tan caliente que lo notaba como me recorría el interior. Así y todo salí.
Las sensaciones no fueron nada buenas, por otra parte no podía ser de otra forma. Durante el regreso si empecé a encontrarme mejor y las sensaciones fueron otras, aunque el pulso iba por las nubes. Lógico después de un parón de 20 días.
Ya de regreso de nuevo lo mismo del día anterior. Otro pinchazo. No me lo podía creer. El lunes revisé la rueda entera, llanta, gomas, radios, todo y no había nada. Simplemente es mala suerte. Desde el día 1 de Mayo hasta hoy han sido 13 pinchazos entre las dos bici. Purita mala suerte nada más. Voy a tener que cambiar mi bici por la de Pedro Picapiedra.
El resto de la semana era imposible salir cuando aún a las 8:30 de la noche los termómetros marca 40º.
Para este fin de semana se plantea un finde ciclista 100%. Primero rutita el sábado y por la noche, la contrareloj nocturna de La Vuelta. Espero no pinchar.
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