Si vences a muchos eres el mejor, pero si te vences a ti mismo eres poderoso

domingo, 28 de marzo de 2010

Bienvenida primavera

Después de 12 días sin tocar la bici y solo intentado sobrevivir con el spinning llega un fin de semana donde puedo disfrutar de la bici y del buen tiempo. Hacía bastante tiempo, tal vez demasiado. Esta semana han llegado muchas cosas buenas. La primavera, el buen tiempo, el olor a azahar (aquí en Sevilla huele por cualquier calle), el cambio de hora.


Con la alegría de la primavera me apetecía una ruta larga con la flaca. Me tengo que empezar a poner las pilas para el Soplao, quedan menos de 2 meses para el gran reto. Me llamó mi compi pero él ni tenía tanto tiempo como yo. Para poder salir junto, él alargo su tiempo de entreno y yo lo acorté. Llevábamos mucho tiempo sin salir juntos.

Nos encontramos cerca de su casa y como había mucho tráfico elegimos otra carretera más tranquila. Para endurecer la salida decidimos subir Las Doblas 3 veces y hacia allí dirigimos nuestros pedales. La primera subida la hice a 15 km/h, la segunda y tercera a 14. El compi en la tercera como siempre se picó con otro, yo por mi parte ni quise, ni pude y subí a mi ritmo. Ya arriba tiramos para casa. Al final salieron 75 km, la verdad es que tenía pensado hacer 50 más.

El domingo cogí la gorda, en un principio había dos objetivos: ver como estaba el terreno y rodar. A los primero bien, el terreno no estaba nada mal bastante roto por algunos tramos pero se podía ir, aunque con algo más cuidado. Los segundo, lo de rodar, solo lo conseguí en la ida, la vuelta me pasan 2 ciclistas no iban rápidos, yo estaba parado poniéndome bien el ipod cuando inicio la marcha los adelantos sin mucho trabajo. De nuevo me paro, esta vez para coger el teléfono, pero la conversación se alarga un poco y cuando emprendo la marcha están bastante lejos. Empiezo a dar pedales y como ellos van de paseo al poco tiempo los veo. Ellos también me ven y aligeran la marcha. Esta vez el que se pica soy yo. Voy a por ellos. Están algo lejos pero por lo menos los veo. El camino es un continuo rompe piernas y poco a poco me voy acercando. Cuando los tengo a tiro, me quedo a unos 5 metros, esperando para recuperarme y dar el hachazo definitivo. Así anduve algunos km hasta que de nuevo sonó el teléfono y esta vez la conversación fue más larga, siendo una distancia insalvable.

Levanté el pie y lo que quedaba de regreso lo hice más tranquilo. Llegué a casa satisfecho por el entreno y porque por fin se ve el sol, que ya ni me acordaba de cómo era.

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